viernes

A MARÍA

El día que naciste, el cielo brillaba, inocencia pura, belleza incomparable, niña limpia de pecado, que con misión nacías . Alegría de tus padres, consuelo de su vejez, agradaban tus acciones  a tu Creador. Crecistes, amorosa con todos los que te rodeaban y ya de joven, decisión tomaste, y humilde como un niño un Sí manifestastes. Oh! bella doncella,  que en tu vientre, el Espíritu Santo, lleno de Amor, pues, sagrario fue del Hijo de Dios. Guardastes  nueve meses tan singular tesoro: al Amor de los Amores, ¡oh, María, por Dios bendecida! Nacido el precioso Niño, lo amamantates, lo arrullaste, lo cuidabas, lo guiastes y lo veias crecer en gracia y sabiduría. A su paso andabas, sus enseñanzas escuchabas, y lo que amaba tu amabas y su misericordia veías, cuando sanaba a la gente, en el cuerpo y en el alma. Silenciosa, ante la muchedumbre que rodeaba a Jesús, guardabas en el corazón lo que veias. Ante el dolor y la maldad crecía más y más tu amor y cuando tu Hijo murio en la Cruz, te convertiste en la Madre de la Humanidad. Al resucitar Jesús y después ascender a los Cielos, predicabas el amor del Señor.
Eres, la Reina Celestial, que auxilia nuestro ser.
 Aboga por nosotros, dulce Madre, llena de Gracia y Amor. Amén